Hoy me abrazó mi sobrinita y sentí algo inexplicable. Algo que nunca había sentido. Digo, la quiero muchísimo, igual que a todos mis sobrinos, que los abrazo tanto cada vez que los veo, que hasta tengo miedo de romperlos. Pero esta vez era algo diferente...-------
Ella me estaba saludando. La abrazé bien fuerte y la miré a los ojos. "Estas bella... Te quiero mucho, ¿sabes?" Y me abrazó nuevamente. Fué un abrazo fuerte y bastante breve, pero a su vez interminable, y lo sentí profundamente. Sentí algo así como... como si fuera mi hija... o como si quisiera que lo fuera, no sé...
Se retiró, para marcharse con su mamá, y la seguí con la mirada hasta que se fué. Entonces la falta de ese sentimiento me invadió completamente y, no sé porqué, pero no me pude contener... Era un deseo inmenso, incalculable, de ser madre. Nunca había llorado por eso antes...
Mi esposo estaba a mi lado, y al darse cuenta de mis ojos llorosos, me abraza y me pregunta "¿Qué pasó, mi amor?". "No sé... Es la primera vez que lloro por eso...", le contesté, sin decirle lo que "eso" era. "Ya pronto, mi amor. Falta poco", me dijo. Y nos fundimos en un abrazo, sintiendo ambos la sed de ser padres.
Ésto lo escribí el domingo en la noche.
En los posts "Aromaterapia para la infertilidad" y "Yo que sólo quería uno" hablaba sobre nuestro problema de infertilidad. Siempre he tratado de mantener una postura indiferente ante el asunto, pues no he querido caer en la desesperación, como a muchas mujeres les pasa, ya que el estrés puede afectar grandemente que se logre un embarazo. Por eso he tomado las cosas con muchísima calma, tanta, que hasta yo misma me sorprendo.
Lloré por primera vez el domingo... y desde entonces me siento diferente...